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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Que hacemos y algo más.




Hace unos años publiqué una entrada en este blog, quienes somos y algo más, en este momento tengo la necesidad de contar que hacemos y quizás surja algo más…
Domamos caballos, hace mucho que lo hacemos y modestia aparte, lo hacemos bien. Lo sé porque ellos nos lo demuestran, confían en las personas y en sus ayudas, confían en los otros caballos de su entorno, se entregan a sus jinetes sin condiciones, agradecen las recompensas porque las entienden y asimilan las correcciones porque también las entienden. Todo caballo que entra en nuestra casa se vuelve afable y obediente a la vez que mantiene su personalidad y su temperamento. Son colaboradores y profesionales. Cada uno es un mundo y como tal cada uno tiene sus peculiaridades y de cada uno absorbemos un poco pero lo realmente bonito es que ellos también lo absorben de nosotros. Cada uno tiene una proyección distinta, distintas disciplinas, distintos niveles, para competición o para paseo, en el fondo da igual, lo que hay es que conseguir los objetivos de manera fácil y estructurada.
Hasta aquí hay muchos profesionales que comparten estos pasos, lo que nos hace diferente es que enseñamos a las personas a que hagan el camino con sus caballos. Un camino que muchas veces es más difícil para la persona que para el caballo. Los humanos somos así, nos cuestionamos todo, queremos ver resultados, no nos basta con sentirlo… Pensamos que nos equivocamos continuamente o lo que es peor, que llevamos la razón. Los caballos son mucho más fáciles, más “simples”, tienen más capacidad a la hora de aprender pues entienden perfectamente si el trabajo está bien hecho con un simple alago y quizás no esté perfecto pero está en el camino. El jinete busca perfección y el caballo entendimiento. Cuando al jinete le dices que alague al caballo y no está convencido de que el trabajo realizado es perfecto alaga de mentira y los caballos solo entienden de verdades. Esto le crea al caballo una confusión, una frustración que es sólo y únicamente del jinete. Este es el momento en que el entrenador tiene que parar y convencer al alumno de que está en el camino. Cuando ese jinete es capaz de descontraerse y alagar de corazón es cuando el caballo suspirará y se creerá que está entendiendo la lección.
Esto, claro está, solo sucede cuando el caballo está en proceso de aprendizaje. Es el mejor momento para adaptar a un caballo a su jinete, a su propietario, a la persona que supuestamente más lo quiere y lo va a acompañar de por vida. Cuando el caballo ya está afianzado en doma y el jinete sin conocimiento comienza a tocar botones pueden suceder dos cosas: Una, que el pobre caballo se vuelva loco porque no entienden qué piden de él o dos, que el caballo pase totalmente de ti y se limite ha hacer lo que más cómodo le resulte. Por lo tanto, a nuestra forma de ver, que un entrenador guíe tus paso va a ser una gran ayuda para ambos.
No me escucharéis decir que es un camino fácil pero sí repetiré una y mil veces que es el camino porque no hay nada tan gratificante como tener un compañero de camino al que a veces hay que esperar pero que la mayoría de las veces te esperará él a ti. La satisfacción de que trabaje contigo mejor que con nadie, que te entienda, te intuya, te agrade y te quiera como solo un caballo guiado por unas manos amantes es capaz de hacer.
Y algo más, Antonio Buzón, a ti te dedico estas líneas porque tú eres el que me has demostrado que son verdaderas. Te quiero maestro.


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